¡Por fin vuelve la Javierada! Esta era la ilusión que se respiraba y se escuchaba en los pasillos del seminario el pasado viernes 24 de febrero.
Después de varios años sin poder peregrinar a ese castillo tan especial, teníamos la oportunidad de acompañar a todos los jóvenes de la diócesis en el camino al Cristo sonriente, y dejar allí todas nuestras intenciones.
El sábado por la mañana, con unas zapatillas y algo de abrigo, empezábamos a caminar. Fue una etapa preciosa donde pudimos hablar, rezar, reír… Pero sobre todo estaba marcada por el deseo de encontrarnos con el Cristo de Javier, que sonreía sabiendo que nos quedaba poco para ponernos a sus pies.
Además, a lo largo de todo el día, resonaba constantemente esa pregunta que cambió la vida de san Francisco Javier: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? El testimonio vivo de la Iglesia, la fe encarnada y la alegría y felicidad profunda que reinaba en todos nosotros lo confirmaba.
Merece la pena entregar la vida por Jesucristo. Pero si algo hemos aprendido en este fin de semana, es que no podemos hacerlo solos. Porque donde hay un santo, siempre hay más santos alrededor. Junto a san Francisco Javier estaba san Ignacio de Loyola, y nosotros estamos en la iglesia que peregrina en el sur de Madrid, en la iglesia de Getafe que peregrina rumbo al cielo.
Vuestro seminario.